El Núcleo
Mientras que la base de la postura nos permite tener estabilidad, el núcleo del cuerpo nos aporta la comodidad. El núcleo del cuerpo es el eje central que va desde el perineo hasta el cerebro a través de la columna pasando por la garganta, la lengua, el paladar, los ojos y las orejas. En la práctica el ano también se incluye aquí y su situación refleja la del perineo. Nuestro núcleo es nuestro centro físico y también se puede experimentar como apertura interna hacia el universo.
Los pulmones nos nutren químicamente, el sistema digestivo lo hace a nivel biológico y a través de los meridianos y navis nos llega la nutrición vital. Nuestro centro nos nutre a nivel espiritual.
A través de nuestro centro podemos acceder a nuestra conexión con todo el universo del que somos una expresión momentánea. Si nuestro centro se endurece y bloquea perdemos esa conexión. Nos sentimos desalineados, aislados, vulnerables e inseguros. Cuando nos sentimos seguros, relajamos el centro. Cuando actuamos desde la seguridad, nuestro núcleo permanece sin tensión. Con la agresión de la inseguridad nuestro núcleo se endurece. Entonces profundizamos nuestra sensación de aislamiento e inseguridad.
Los indicadores claves de la calidad de nuestro núcleo son el ano, la base de la lengua y los ojos. Lo ideal es mantener estas partes pasivas, receptivas, suaves y relajadas. Cualquiera tensión en estas zonas indica inseguridad o agresión. Cuando el cuerpo externo está inestable el núcleo se bloquea. La calidad de núcleo está directamente relacionada con la calidad de la base. Sin embargo, no son lo mismo. La base puede estar bien establecida y el núcleo estar en tensión.
Nuestro núcleo acumula tensión, como el resto del cuerpo. La tensión de nuestro núcleo, no obstante, es muy profunda, insidiosa y sutil. Nuestro núcleo es la raíz de nuestro cuerpo. Cualquier miedo o duda que tengamos se verá reflejados aquí. Todos tenemos muchas dudas y miedos. La tensión en el núcleo también viene de un estímulo excesivo de los nervios simpáticos (lucha o huida = estrés). También viene de una sobrecarga de la mente, sobre todo con las frustraciones. Para liberar esta tensión se necesitan dos cosas. Primero, que establezcamos seguridad y estabilidad en nuestro cuerpo externo. Y también que dirijamos nuestra atención continuamente hacia el centro para observar su estado. Cuanto más nos dediquemos a liberar tensión y a establecer una buena base, más profunda será la relajación. Y cuanto más conscientes y habilidosos seamos a la hora de actuar desde un núcleo suave y pasivo, conseguiremos mantener este estado por más tiempo. Sin embargo, estos pequeños músculos liberan la tensión más rápidamente en comparación a otros músculos más grandes del cuerpo externo. Éstos quedan bajo la atención repetitiva de la acción repetitiva.
Para empezar, siempre vemos que nuestra atención está continuamente distraída del centro, igual que pasa con la base. Esto sucede porque estamos entrenados para usar nuestra mente de una forma lineal. La práctica espiritual consiste en aprender a abrir nuestra atención de forma que podamos alcanzar una consciencia abierta de múltiples canales. En lugar de prestar atención primero a una cosa y luego a otra, debemos aprender a estar pendiente de varias cosas a la vez. Llegamos a ser capaces de vivir todas las cosas como varias caras de un objeto como un todo. Estamos delante de la consciencia pura a diferencia de la conciencia por fragmentos. Cuando estamos en el modo lineal, vemos las cosas interconectadas pero nos sentimos separados de ellas. Incorporar este cambio de consciencia toma su tiempo y debemos ser pacientes. Sin embargo, debemos hacerlo. En estado de consciencia pura no hay visión futura, pasada o presente… no hay disociación.
Mantener una base sólida y estable es el primer reto físico de una postura de yoga. Mantener la consciencia de la calidad del núcleo es el primer reto a nivel mental. Del mismo modo que no siempre somos capaces de fijar una base estable debido a la tensión acumulada, a veces tampoco podemos relajar el núcleo. Los dos aspectos se dominan con la práctica. Debemos ser abiertos (asteya) y generosos (aparigraha) con nosotros mismos en nuestra práctica. Debemos ser capaces de reconocer y respetar nuestras limitaciones y, al mismo tiempo, intentar superarlas. Nos enfrentamos a ellas porque son imposiciones. Son el resultado acumulativo de una serie de circunstancias y no un reflejo fiel de nuestras posibilidades ni de nuestra naturaleza interior. Pero es importante no actuar como si no existieran y pudiéramos hacer lo que en realidad no podemos. Hacerlo sería una forma de violencia del mismo modo que ser poco honesto y avaricioso. Además, gasta energía porque no nos permite llegar a una armonía profunda y sólo nos lleva a intentar compensarlo con más agresividad. Lo único que se consigue es más frustración y hacernos menos sensibles, honestos, abiertos y generosos con nosotros mismos.